domingo, 6 de febrero de 2011

LA Fobia

Nada como un domingo de Asado y Pileta, que en este contexto, merecen ser portadoras de sus respectivas mayúsculas.
La reunión prometía ser un encuentro intimo y relajado (léase pocas personas) y mi fobia se apaciguaba al saber que, aunque estuviéramos a 50 km, y no pudiera volver a menos que alguien me acercara hacia un territorio emocional más seguro, habría una pileta y un fernet donde sumergirme.
Cuando llegamos a destino (una reggia quinta en Pilar) se divisaban desde el auto una parrilla humeante y los prometedores flota flota desmayados en el agua.
Desde la ventanilla llego a ver 8 (ocho) personas. Comienza el pánico.
Me fui acercando despacito como en un ritual de iniciación y con mi mejor cara de circunstancia saludé a madres, bebes, adolescentes y abuelas.
Después del saludo protocolar y la sensación posterior de querer hacerme humo, nos alejamos hacia un costado y nos sentamos cerca del agua.
Tenía que poder atravesar la situación de sentirme una discapacitada emocional importante. La risa cómplice me ayudó a pasar el primer tramo de incomodidad.
De repente, llegaron los hombres que venían de comprar los víveres faltantes: llegó el fernet, llegó la alegría.
El primer intercambio de palabras fue con el dueño de casa, portador del título mayor de macho argentino que te hace el asado en cuero, tapado de carbón y sudor exfoliante. Él: mecánico, enorme, tatuado y con una cadenita de oro muy intimidante, me “invita” a hacer bollitos de papel para el fuego y con un tono de voz medio mata nenes me dice: “¿No te molesta que te diga cuñada, no?”. Risas incómodas, palabras cortadas de esas que te hacen sentir una nena de 3.
Lo de los bollitos resultó ser bastante terapéutico y a modo de bancario con su pelotita antiestress me fui entregando levemente a la reunión.
Una abuela bien desinhibida de esas que no tienen prejuicios para decir: teta, culo, porro y coger se convertía en gran parte de la atracción de la fiesta y por cierto desviaba las miradas a la nueva (oséa, yo)
Por suerte también había muchos niños, siempre es bueno tenerlos cerca. Son la mejor opción para diluir una situación incómoda porque los niños también ayudan a los nuevos y además, en general te hacen quedar bien.
Entre abuelas charlatanas, nenes corriendo y reggaetón de fondo se sentía en la punta de la nariz un aire húmedo y espeso, era lluvia, sí.
Como para terminar de pintar el cuadro cinematográfico de la pileta que nunca fue, escucho una frase que se me clava en la frente como cuando tomo mucho champagne y quedo con la lengua blanda y las ideas flojas; “Llueve porque trajo a la novia”; ¿hay que contestar algo?, ¿qué se dice en esos casos?, ¿uno se ríe y listo?, ¿te pedís un remisse?
Claramente, había que improvisar. No había pileta, no había sol, había living y mucha gente sentada cerca.
La banda de sonido estaba liderada por una lista de Los mejores temas de reggaetón del 2010 mixturado con canciones infantiles como El sapo pepe y La bella y la bestia cantado en español.
No estaba preparada para esto, yo me traje una maya y ahora tengo que hablar.
Me acordé que adentro de la cartera tenía mi cámara de fotos pero no daba ponerme a sacar fotos. ¿De qué?, de la gota que cae en la ventana, van a pensar que son una snob y una pelotuda. Los bancaría incluso, yo pensaría lo mismo de mi sino fuera yo.
Pero también tenía un burbujero; suvenir de otra fiesta, de otra gente, con forma de patito amarillo esperando ser ilusión en otros ojos. Como diría mi abuela: “el que guarda siempre encuentra”.
Saqué el burbujero con el fervor de una maestra jardinera pero en el fondo o no tanto, también lo saqué para mí.
Con bastante emoción interna lo llené de detergente, salí al patio y empecé a dibujar las primeras pompas. Había que tener cierta técnica, la lluvia, los nervios, un panal de abejas encima de mi cabeza, muchos nenes mirándome. Me sentía bien. Tenía algo.
La boca cerca del círculo, soplar despacio, sin ansiedad y las pompas salían gordas y redondas hasta estallar en algún punto en el aire.
El show duró poco, los nenes se empezaron a impacientar, claro ellos también querían jugar. Devolví el burbujero a sus verdaderos dueños y justito llegó la primera ronda de asado.
Nos sentamos en la mesa como un domingo cualquiera; ensalada y carne, más fernet, la abuela seguía hablando de un cordobés que parecía tener mucha parada fálica, como diría mi madre.
Un apretón de manos por debajo de la mesa: la complicidad que siempre ayuda. Muy rico todo.
De fondo sonaba la canción del sapo pepe que salta y salta.
El burbujero me lo llevé a casa, el otro día lo encontré debajo de la cama y me sentí bien.

4 comentarios:

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  2. “Llueve porque trajo a la novia” jajaja Incomodidad! como, " Ay pero me acordaba de vos mas rellenita" jaja
    te quiero tanto!
    Go Carrie Go!

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  3. el que guarda siempre encuentra...
    a no pasarlo por alto. Prueba zzzuperada y a por mucho más!
    Regia, concisa, simpática.. te quiero

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  4. una reunion de este tipo es un riesgo tremendo:
    cualquier acción que se salga de lo establecido nos hundirá una cicatriz en el recuerdo fliar.

    por ej, servir la ensalada, y que se caiga. de ahi en adelante uno será "el cuidadoso", o cualquier tipo de apodo horrendo.

    como mis parejas no suelen funcionar, cuando llego a este tipo de escenarios, voy relajado: se que tarde o temprano todo se va a ir al carajo.

    muy buen texto, posta.

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